La increíble historia de la única "mujer bala" de Estados Unidos

  • Redacción
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Jennifer Schneider saliendo dispara desde un caón

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Pie de foto, Jennifer Schneider sale disparada a 17 metros de altura y viaja unos 38 metros hasta caer en la red de seguridad.

"Tenemos una mujer que está completamente loca y ama lo que hace. ¡Jennifer, 'la mujer bala' Schneider!".

Esa es la presentación con la que una voz a todo volumen da inicio al espectáculo a través de los parlantes del estadio.

Como dice Jennifer, se trata de un show breve, pero la carga emocional que se siente en el recinto lo convierte en una experiencia de alta intensidad para los presentes.

Y por supuesto, para la propia Jennifer, la única mujer bala estadounidense.

La vida dentro de un cañón

"Crecí alrededor de un cañón. Mi padre se dedicaba a ésto hasta que se retiró hace cuatro años", cuenta Jennifer.

"Viajé por todo el mundo viendo a mi padre volar por los aires, hasta que cuando tenía casi 15 años empecé a practicar, y mi carrera comenzó poco tiempo después".

Casualmente, a una edad similar se dio a conocer la primera mujer bala, Rosa María Richter, por el año de 1877.

Jennifer confiesa que en sus planes no estaba ser una mujer bala.

"No estaría aquí de no ser por mi papá. En realidad nunca estuvo en mi mente algo como que 'cuando sea grande voy a construir un cañón y convertirme en una bala humana'. De ninguna manera".

Rosa Richter, bala humana

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Pie de foto, Jennifer comenzó en este oficio a una edad similar a la de Rosa María Richter, quien por el año de 1877 se dio a conocer como la primera mujer bala del mundo.

Solo pasó. Y le gustó. Es su trabajo desde hace 26 años.

"El proceso de aprendizaje fue un poco duro. Sabes que si aterrizas mal una vez y te fracturas el tobillo tienes que esperar de seis a ocho semanas para regresar. Viví eso, así que aprendí", reflexiona Schneider.

Revela además que, como es de esperar, no todo sale como se planea.

"He tenido varios aterrizajes horrendos. De hecho, hace tres meses en Australia, aterricé un poco fuera de posición en la red, y me fracturé la muñeca en tres partes. Así que tengo un adorable trabajo de metal aquí", y muestra las marcas en su antebrazo.

El hecho que este oficio sea parte integral de la familia, también le ha permitido a Jennifer tener una vida como madre a pesar de lo demandante de su profesión.

"Cuando quedé embarazada mis hermanas me cubrieron. Así que mientras tenía mi barriga operaba el cañón y ellas se turnaban para ser las balas humanas. De esa forma pude tener a mis niños", dice sonriente.

No es un trabajo para todos

Probablemente hay unas 10 balas humanas en el mundo. Su espectacularidad los convierte en invitados especiales de grandes eventos, como en el cierre de los juegos olímpicos de Londres en el 2012.

"La gente se siente impresionada de ver a una mujer hacer esto, y hubo un tiempo en que no podías hacer una convención de balas humanas en el mundo sin que mi familia estuviese presente. Éramos cinco de nosotros haciendo esto", cuenta Jennifer.

Pero, como ella misma dice, no es un oficio para todo el mundo.

"Es una batalla mental durante todo el día. Es una situación muy compleja de sostener y extenuante. Dos de mis hermanas empezaron, pero llegó un punto en que decidieron que esto no era para ellas y desistieron", recuerda.

Cómo ser la bala

Bala humana juegos olimpicos de Londres 2012

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Pie de foto, La espectacularidad de las "balas humanas" los convierte en invitados especiales de grandes eventos, como la clausura de las olimpiadas de Londres del 2012.

Jennifer habla para la BBC dentro del camión que tiene sobre el techo el gigantesco cañón por el cual sale disparada a unos 17 metros de altura, recorriendo una distancia de 38 metros hasta caer en la red de seguridad.

"El diseño del cañón y cómo funciona es un secreto de familia muy bien guardado, así que no puedo darte muchos detalles al respecto", dice Jennifer en un tono jovial.

Solo comenta que la temperatura juega un papel importante en cada lanzamiento, debido a que los cálculos del punto de aterrizaje varían dependiendo de qué tan frio o caliente está el día.

"Aun cuando el show es bastante breve, los preparativos nos toman todo el día. El cañón requiere de muchos cuidados", cuenta.

Afuera se escucha al animador del evento advirtiéndole al público en tono grave que "si sufres de sensibilidad de oídos o viniste con niños pequeños asegúrate de cubrirle los oídos cuando estalle el cañón".

Jennifer relata que cuando está dentro del enorme cilindro "puedo sentir el poder del disparo, pero no siento dolor alguno".

El cañón es increíblemente preciso, por lo que si algo sale mal, es seguro que se debe a un error humano.

"Soy súper cuidadosa del interior del caño y de la red, para que estén en perfectas condiciones", indica.

Segundos antes de la explosión

El animador describe el vuelo y enfatiza la importancia de los cálculos para que la mujer bala caiga en sitio seguro, y empieza a contar regresivamente.

Atterizajes de balas humanas

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Pie de foto, Schneider explica que los cálculos matemáticos, e incluso la temperatura, son vitales para tener aterrizajes felices.

"Cuando el cañón está completamente elevado, subo hasta el tope. Ahí me pongo mi casco y comienzo el descenso hacia el interior del cilindro, bajando seis metros hasta la recámara de disparo", explica Jennifer.

"Mientras desciendo voy haciendo una revisión mental de todo. Me digo que todo va a estar bien porque hice mis matemáticas correctamente. ¿Verdad? Es como un juego mental que hago. Me digo que si me paso 1,5 metros por encima del blanco todavía tengo bastante espacio en la red, y si me quedo corta por el mismo margen también estaré bien".

Luego, cuando el animador pasa de cinco, cuatro, tres, dos… todo queda en silencio hasta que se escucha el estruendo acompañado de fuegos artificiales, que le agregan esplendor al vuelo de Jennifer.

"Es tan rápido que a veces no me doy cuenta que ya estoy en el aire, y solo puedes ver que tengo una mueca de placer en mi cara".

Y esto es quizás el mayor estímulo para la energía que transmite Jennifer al hablar de su vida y su riesgoso oficio.

"Tengo una vida maravillosa, viajando por el mundo y haciendo algo que amo. Tengo un estilo de vida fantástico, y puedo traer a los niños. Además, puedo ver lo mejor de la gente, porque venimos a entretenerlos, así que siempre los veo felices", concluye.