La ambivalencia de la izquierda latinoamericana frente a las protestas

  • Gerardo Lissardy
  • BBC Mundo, Brasil
Protestantes en Venezuela

Fuente de la imagen, AP

Pie de foto, Las protestas de los últimos días en Venezuela son un ejemplo del desafío que representan las manifestaciones para un gobierno de izquierda.

Las protestas callejeras que han surgido en Venezuela, Brasil y otros países de América Latina suponen un reto especial para la izquierda de la región, que creció a fuerza de movilizaciones populares.

Con telones de fondo y demandas diferentes, las revueltas recientes de estudiantes venezolanos, brasileños, ancianos nicaragüenses o indígenas bolivianos tienen el denominador común de haber brotado sin banderas partidarias claras, complicando a gobiernos de partidos de izquierda.

En ellas hubo choques violentos entre policías y manifestantes, que a menudo denuncian uso excesivo de la fuerza por las autoridades.

Según expertos, la forma como ha reaccionado la izquierda en el poder frente a las protestas, unas veces con repudio y otras con desconcierto, refleja cierta dificultad para admitir que la movilización popular también puede ser usada en su contra.

"Ellos han pensado que la calle les pertenece, que las demandas que se hacen desde la calle son demandas hacia el poder y ese poder generalmente es 'reaccionario', 'de derecha' o 'fascista'", dijo Margarita López Maya, una historiadora venezolana especializada en protestas populares.

"Y ahora es un gran desafío porque, estando ellos en el poder, sigue habiendo la protesta en la calle", agregó en diálogo con BBC Mundo.

"Encapsulados"

En varias protestas recientes en la región hubo actos de vandalismo y violencia por parte de manifestantes, que los gobiernos rápidamente condenaron. También hubo políticos opositores buscando canalizar el descontento.

Pero los presidentes han actuado de forma disímil frente a las exigencias callejeras.

Cacerolazo

Fuente de la imagen, Juan Daniel Taboada

Pie de foto, Según los expertos no es bueno usar la fuerza del Estado contra la violencia sin un proyecto estructural detrás.

Durante la gran ola de manifestaciones del año pasado en Brasil, la presidenta Dilma Rousseff pidió "escuchar las calles" y responder a los reclamos.

No obstante, en aquel momento fue llamativo su silencio en los primeros días de la revuelta contra el aumento de las tarifas de transporte, los pésimos servicios públicos y los grandes gastos del Mundial de fútbol, que hundieron su popularidad por meses.

Exguerrillera y miembro del Partido de los Trabajadores (PT), Rousseff indicó el miércoles que su gobierno prepara un proyecto de ley "para cohibir toda forma de violencia en manifestaciones" y que, en el Mundial de este año, podría sacar a las Fuerzas Armadas a las calles si hubiera más actos de vandalismo.

El presidente venezolano, Nicolás Maduro, afirmó que en su país hay un plan de golpe de Estado detrás de las protestas, que fueron iniciadas por estudiantes y luego ganaron apoyo social y político.

Maduro también defendió la detención del líder opositor Leopoldo López para ser juzgado por "llamados a la sedición" -acusación que el opositor rechaza- y se declaró dispuesto a meter "toda la fuerza militar" en el estado de Táchira, la zona donde comenzaron las protestas de los últimos días en Venezuela.

En diálogo con BBC Mundo, Heinz Dieterich, un sociólogo alemán autor del concepto de "socialismo del siglo XXI", sostuvo que Maduro acierta en usar la fuerza del Estado contra la violencia, pero "se equivoca totalmente en no presentar un proyecto estructural de solución de los problemas".

Según este intelectual que fue cercano al fallecido presidente venezolano Hugo Chávez hasta que ambos se distanciaron, los sistemas políticos de la región tienen fallas que también se vieron en el Chile gobernado por Sebastián Piñera, un presidente de derecha que enfrentó fuertes protestas estudiantiles.

"Los gobiernos están encapsulados en sus propias estructuras y los canales de comunicación con las necesidades populares funcionan en un solo sentido: desde arriba hacia abajo", dijo Dieterich a BBC Mundo.

"No tienen sensores para lo que quieren los movimientos sociales y los ciudadanos", agregó. "Esto obliga a los ciudadanos a llevar la protesta a la calle o asumir formas de disidencia más fuertes".

"Guerras justas"

Algunos atribuyen el descontento social en países de la región gobernados por la izquierda al deseo de muchos de conseguir nuevas mejoras tras años de programas sociales que, por ejemplo en Brasil, sacaron a millones de la pobreza.

Pero la situación económica se ha complicado en varios de estos países, con menor crecimiento y recursos fiscales limitados.

Hombre protestando con fuego detrás.

Fuente de la imagen, AFP

Pie de foto, La situación económica ha incentivado las protestas en varios países.

El politólogo venezolano Carlos Romero indicó que las manifestaciones también deben observarse desde las expectativas de cambios que la izquierda generó durante años y que han quedado truncas.

Sostuvo que la izquierda acumuló experiencia en partidos y sindicatos, pero ahora "tiene un gran reto" con demandas de movimientos sociales, a menudo sin una estructura o ideología concreta detrás.

En la Nicaragua presidida por el sandinista Daniel Ortega causó irritación en 2013 el desalojo a la fuerza de ancianos que reclamaban por pensiones. En la Bolivia de Evo Morales, primer presidente indígena del país, hubo en el pasado choques de policías con indígenas opuestos a la construcción de una carretera.

Argentina tuvo en los últimos dos años protestas callejeras convocadas mediante redes sociales contra el gobierno de Cristina Fernández, proveniente de un movimiento peronista que supo hacer de las calles su gran bastión.

Eso no quiere decir que la izquierda haya abandonado la estrategia de la movilización popular.

Venezuela también tuvo en los últimos días grandes actos a favor de Maduro y Colombia vivió en diciembre y enero protestas multitudinarias contra un pedido de destitución del alcalde de Bogotá, el exguerrillero Gustavo Petro.

Pero algunos ven una contradicción entre la clásica prédica de la izquierda a favor de la movilización callejera o de las guerrillas de otrora, y su actitud en el poder ante protestas que tilda de maniobras violentas o desestabilizadoras.

"Las reprimen, hablan en contra y fácilmente adoptan un vocabulario que era usado por la derecha", sostuvo Marcelo Coutinho, un brasileño profesor de relaciones internacionales y experto en América Latina.

En cambio, otros creen que han cambiado las circunstancias.

El presidente uruguayo, José Mujica, un exguerrillero que no ha sufrido grandes protestas durante su gobierno, se refirió a la situación de Venezuela y sostuvo que "antiguamente podía haber lo que llamábamos guerras justas, sobre todo las de liberación".

"Pero en los últimos 20 o 30 años", agregó en el canal venezolano TeleSur, "todas las guerras y todas las formas de violencia sirven para que se perjudiquen los que ya son naturalmente más débiles".