Voces desde Cuba: los "vicios de la práctica política" del socialismo cubano

  • Regina Coyula
  • Especial para BBC Mundo
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El mensaje oficial está presente en todos los rincones de la isla.

En Cuba están muy de moda el respeto a las diferencias raciales, de género o religiosas. Pero las diferencias políticas siguen en el congelador.

Mi reciente lectura en la revista cubana Temas de Hacer política socialista [1], me ha motivado a abundar en algunas ideas apenas esbozadas en el texto.

En general, las opiniones recogidas parten de una premisa válida para quienes aceptan el unipartidismo o están dispuestos a ignorar cualquier tendencia que no sea socialista.

Pero también, en general, parten de una premisa falsa, y es creer que en la sociedad, la política es monolítica y no vale la pena interactuar, discutir, polemizar con otras tendencias.

En esta isla el término "oposición leal" tiene espinas.

No gusta en el gobierno por aquello de oposición, y no gusta en la disidencia por lo de leal.

En Cuba es tan difícil expresar ideas opuestas al gobierno sin que caiga la etiqueta de asalariados o mercenarios (del gobierno de Estados Unidos), que se inventó el término de "oposición leal" para tratar de poner el pie en esa puerta apenas entreabierta que ha dejado la llamada "actualización del modelo socialista" y que puede cerrarse de nuevo.

Además, el concepto es confuso para el no avisado: ¿leales a la patria?, ¿al socialismo?, ¿al gobierno?, ¿a una persona?, ¿a una idea propia de cómo debe ser la política?

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Hay avances en materia de racismo y tolerancia a la diversidad sexual y religiosa, pero en la política aún hay camino por recorrer.

El análisis de la participación de los ciudadanos en las decisiones, se resuelve a base de tópicos: el Poder Popular (sistema de gobierno) es un mecanismo profundamente democrático y a través de él fluyen las opiniones y críticas y se toman luego las decisiones.

No. Ese mecanismo podrá ser muy atractivo en la teoría, pero en la práctica está tan anquilosado como cualquiera de las estructuras mediante las cuales supuestamente se ejerce la democracia cubana.

Además sufre los mismos vicios de la práctica política.

Los delegados y diputados son votados por los electores mediante un mecanismo tendencioso que no es mi interés tratar en este momento; y ese mecanismo no se activa de igual forma para las revocaciones. Deben ser puntuales los casos (si existieran) de delegados o diputados revocados espontáneamente por sus electores. La decisión siempre viene "de arriba".

La experiencia real de los delegados del Poder Popular es que no solo los funcionarios de los organismos a los que piden explicaciones muchas veces los ignoran, sino que sus propias instancias superiores los desconocen, socavando su autoridad y minando su entusiasmo.

Delegado de circunscripción (representante local) es un puesto que nadie quiere; casi 40 años de práctica hablan de una población que no se siente representada pues arrastra demandas e insatisfacciones de mandato en mandato.

La dosis de suspicacia que despierta cualquier organización al margen del estado, hace imposible la organización espontánea de la sociedad.

Expresar opiniones y participar en la formación de opinión comunitaria es un coto de aquellos con intachable filiación progubernamental, siempre previa cita tomada de algún discurso y dejando claro que no hay nada sospechoso en su propuesta.

Dirigir, sobre todo dirigir de los puestos intermedios hacia la base, no ha sido más que transmitir orientaciones.

Los académicos "leales" reconocen la deficiencia del método y añaden peros (embargo o bloqueo de EEUU.UU., amenaza imperialista, guerra mediática y/o económica…) para justificar la pervivencia de un mecanismo de polea, siempre hacia abajo.

No sé si todavía hay quien vea democracia en las asambleas y reuniones en que se leen los documentos y se vota a mano alzada.

La desidia con que son acogidas estas citas, en que los mermados asistentes están más pendientes del horario del béisbol y de la telenovela, no pueden arrojar discusiones satisfactorias si acaso arrojaran alguna discusión.

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El debate por el nuevo Código del Trabajo es uno de los pocos que se escapa a la norma.

El anteproyecto de Código del Trabajo es una excepción lógica: se trataba de los ingresos y las modificaciones laborales, los temas que más interesan y golpean al trabajador y a la sociedad, donde el salario medio no satisface las necesidades.

El ciudadano para ejercer su cuota de soberanía debe gozar de acceso a la educación, la cultura, la religión; pero también debe gozar de acceso a la información.

El acceso a la información no empodera en sí misma, pero las perspectivas que abre son un horizonte desconocido para el cubano de a pie; acostumbrado a leer solo periódicos oficiales y desde hace poco, asomarse a la ventana algo más grande que supone Telesur.

Se hace necesario que la población refrende de manera explícita su preferencia política y defina con la más profunda participación posible qué sociedad desea construir.

El instinto de muchos los llevará a querer conservar lo que hay frente a la incertidumbre de lo que podría ser; la práctica de años de simulación automatizará a muchos ciudadanos, pero en este momento nadie tiene la menor idea de en qué proporción el cubano continúa apostando por el proyecto del gobierno más allá de la máscara.

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El ciudadano debe tener mayor participación en la sociedad que desea construir.

Yo, que camino por la calle, que padezco el transporte urbano y hago colas, creo que no me sorprenderían los resultados de ese hipotético sinceramiento.

La democracia socialista busca poner al Estado bajo el control de la sociedad, y en Cuba tenemos una sociedad bajo control de Estado.

En Cuba el socialismo ha tratado de imponerse por decreto, y por mucho que se quiera teorizar, el socialismo real fracasó.

Albergo la opinión de que la civilización llegará a él espontáneamente; tomo de Marx el concepto de que para dar sitio a una nueva fase, debe producirse el agotamiento de la anterior.

El fin del capitalismo ahogado en su crisis general, tantas veces anunciado, se parece a esos seriales exitosos cuando anuncian una nueva temporada y el público había creído que la temporada anterior era la última.

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[1] Enlace con Temas #78, abril-junio 2014

Regina Coyula es bloguera, activista de los derechos humanos y crítica del gobierno cubano. Aunque reniega de las etiquetas, es considerada "disidente" en su barrio, por decir y escribir lo que piensa. Ella se considera una ciudadana crítica sin afiliación política.

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