Voces desde Cuba: la crítica de "los ingratos"

  • Alejandro Rodríguez
  • Especial para BBC Mundo
Cubanos

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Pie de foto, Para que una discusión sea efectiva hace falta tener espíritu de diálogo.

Los cubanos deberíamos centrarnos en aquello que nos une y aprender a dialogar con respeto sobre lo que no. De cierta forma estamos en eso, pero no es tan simple como "coser y cantar"...

Ya sea que se discuta el inagotable y trascendental asunto del futuro político del país, o la simple pertinencia del uso de animales con fines lúdicos, tienden a imponerse las asperezas de una fuerte tradición de intolerancia.

Para quienes gustan involucrarse en la vida púbica cubana, las tensiones que les genera hacerlo fuera de los circuitos oficiales todavía frenan lo que pudiera ser, en tierra fértil, un hervidero de buenas ideas y de participación ciudadana.

En días recientes, por ejemplo, un bloguero fue ofendido en las redes sociales, acusado de todo lo acusable, solo por expresar un criterio personal. Es lo que se llama un "acto de repudio 2.0" con todas las de la ley. Y pasa frecuentemente.

Cubana

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Pie de foto, Hay mayor apertura económica. Falta todavía que esa apertura se traslade al debate político.

De hecho, creo que si mañana se masifica el Internet en Cuba y crece de pronto el "ciber-combate" contra los "enemigos", Mark Zuckerberg bien podría ganar un par de dólares extras al incluir en Facebook un paquete de emoticones de huevos....

Para nosotros los huevos significan el ataque reactivo contra todo lo que no encaja en el discurso oficial. Esto se debe a que durante la década de 1980 se pusieron de moda los llamados "actos de repudio" en los que se lanzaban huevos contra los ciudadanos que decidían emigrar.

A la discusión de referencia nadie llegó con espíritu de diálogo, todos iban a profundizar las trincheras, a guerrear ya por costumbre. Lo típico en esos casos es que se desacredite la voz del emisor sin pasarle siquiera la vista al mensaje. Y esto sucede con asombrosa similitud desde ambos lados del conflicto cubano.

En la Isla cualquier "salida de la línea" persiste en el imaginario popular (y ni hablar del imaginario del funcionariado…) como una actitud deshonesta, movida por el dinero y las ambiciones de protagonismo.

Los cubanos más jóvenes están cansados de la intolerancia.

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Pie de foto, Los cubanos más jóvenes están cansados de la intolerancia.

De lo contrario como una locura, una completa falta de tino, de inteligencia, o lo que es más degradante aun: de criterio propio.

Llegando casi el 2015 quedan sujetos que se atreven a sugerir que los que "critican" (dicho en tono despectivo) son unos ingratos que deberían largarse del país, como si Cuba no perteneciera a todos los que en ella nacieron.

A veces basta usar un vocabulario distinto y ya saltan las alarmas de ese "subvertímetro" torpemente calibrado, que ubica a las críticas, todas, en el saco de los tontos, los vendidos o los ingratos…

En medio de los cambios que acontecen en la Isla todo esto podría antojarse una evocación de otras décadas. Pero aunque el escenario actual es menos agresivo con la pluralidad de criterios, la intolerancia subsiste pues faltan las pautas legales que protejan a la diversidad emergente.

Y no hablo solo de la política— ¡que en reducirlo todo igual somos doctos por acá!—, sino también de ciudadanos cuyos intereses van tangenciales pero separados de ella: sectores profesionales, activistas LGBT, y un larguísimo etcétera de grupos con aspiraciones comunes y ganas de participar.

Marcha por el orgullo gay

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Pie de foto, Los activistas de la comunidad LGBT han obtenido logros porque se han mantenido unidos.

Muchos se asombran de algunas encuestas que muestran elevados porcentajes de jóvenes cubanos residentes en EE.UU. a favor de una normalización de relaciones entre ese país y Cuba. O de que en La Habana cada vez importe menos la filiación política de la gente a la hora de elegir amigos.

Les cuesta entender que las nuevas generaciones están cansadas del conflicto; que ya no les interesa alimentar los odios de nadie.

Cada vez encuentro menos jóvenes dispuestos a enterrarse en las trincheras de antaño, y eso es algo que me alegra.

Yo soy un optimista de los cambios, y espero que alguna vez conduzcan hacia la naturalización de la diversidad de criterios, pero veré un avance sólido en tal sentido solo cuando en la prensa el debate sea, por ejemplo, sobre las diferencias entre Cuba, Patria, Revolución, Nación, Gobierno, Pueblo y otros vocablos cuya homogeneización pedestre, en otra época, no ha legado a la nuestra sino intolerancia.

Alejandro Rodríguez es un joven cubano emprendedor, que dejó el periodismo para dedicarse a su negocio privado. Vive en Camagüey, una provincial en el centro de la isla.

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