La violencia irrumpe en la campaña electoral mexicana

DOMINGO 13.05.2012 / LA VIOLENCIA ENTRA EN CAMPAÑA

Policía Federal en México

Fuente de la imagen, AP

Pie de foto, La matanza de Cadereyta llega en el ecuador de la campaña para elegir a un nuevo presidente.

El hallazgo de medio centenar de cuerpos, abandonados en una carretera de Nuevo León, en el norte del país, ha sido la más reciente llamada de atención para México y sus candidatos, inmersos en la campaña electoral.

También la más trágica. Al menos 49 cuerpos, según las autoridades, arrojadas a la vía después de ser mutilados para dificultar su identificación.

En un país acostumbrado a escuchar este tipo de noticias, 49 puede resultar sólo un número, un triste récord en la larga lista de personas asesinadas y exhibidas en público como amenaza al cartel rival.

Pero la matanza de Cadereyta, en una de las zonas más calientes del país, llega en el ecuador de la campaña para elegir a un nuevo presidente.

Hasta ahora, la violencia que azota a México -que ya ha dejado un saldo de 50.000 muertos en menos de seis años- ha pasado de puntillas por la agenda electoral, más centrada en la economía o en la mejora de los servicios sociales.

Por supuesto, los candidatos hablan del tema, todos presentan sus medidas para frenar los secuestros, extorsiones y homicidios.

Sin embargo, uno podría esperar que el combate al narcotráfico y al crimen fuera casi el único tema de campaña en un país donde la inseguridad ha dejado pueblos fantasma, miles de desaparecidos y legiones de familiares esperando justicia… No ha sido así, ¿hasta ahora?

En las últimas semanas, el equipo de periodistas de BBC en México hemos discutido mucho sobre el papel de la violencia en estos comicios: cómo viven la campaña en aquellos lugares amenazados por los carteles, qué tan diferentes son las medidas que proponen los aspirantes con respecto a la estrategia del actual presidente o qué tan importante es en realidad este tema para poblaciones de Yucatán, donde los niveles de criminalidad son menores que en la mayoría de países europeos.

Hacía meses que no veíamos tragedias como las del Casino Royale de Monterrey, la matanza de Boca del Río en Veracruz o el hallazgo de fosas comunes en Tamaulipas. Y no teníamos una explicación clara al respecto.

¿Será que, como argumentan las autoridades, los niveles de violencia se están reduciendo en lugares como Ciudad Juárez?

¿Quizás la creciente amenaza a los medios en estados como Veracruz o Tamaulipas, con intimidaciones y agresiones a los periodistas, impidan que nos lleguen noticias de los ataques en estos lugares?

¿O es que los periodistas de la prensa nacional e internacional, localizada en la relativamente tranquila Ciudad de México, hemos prestado demasiada atención a las riñas de campaña y no tanto a lo que ocurre más allá del Distrito Federal?

En cuestión de unas semanas, la matanza de 15 personas en un bar de Chihuahua, el asesinato de 23 personas en Nuevo Laredo (Tamaulipas), o los 18 muertos arrojados a la vía pública en Jalisco nos recordaron que el rastro del narco está aún lejos de desaparecer.

Pocos días antes del arranque de la campaña, el secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, me contaba en una entrevista que uno de los principales objetivos de su departamento era garantizar que el crimen organizado no interfiriera en el proceso.

"México", me decía, "tiene una larga tradición celebrando elecciones en paz, sin ataques contra los votantes, y se velará por su seguridad" el próximo 1 de julio.

Sin embargo, lo que pueda ocurrir antes de ese día sigue siendo un interrogante.

En México algunos empiezan a preguntarse ya si la matanza en Cadereyta cambiará el curso (o el discurso) de la campaña electoral.

Y sobre todo, si alguno de los candidatos será capaz de frenar realmente este derramamiento de sangre a partir del 1 de julio.